27/4/08

Laberinto

Los sentimientos son la base de nuestra existencia. Pero a menudo conforman un laberinto en el que a veces se producen choques y enfrentamientos.
La historia de los sentimientos en Occidente va muy ligada al desarrollo de su filosofía y pensamiento. En general, a medida que se ha avanzado en el campo de la razón, se ha retrocedido en el terreno afectivo.
Buscamos amor hoy en día como bien supremo. Es uno de los grandes íconos de la sociedad de consumo. Y sin embargo, lo que nos ofrecen, no es amor.
El amor no es una bandera, ni el lema de un anuncio publicitario, si no uno de los grandes pilares de la vida.
El amor comprometido no acaba en tragedia ni en ruptura, una de las grandes plagas de la humanidad es la inestabilidad en la pareja.
Pero si seguimos apostando por la razón privada de afectos, nos mantendremos en el devenir actual.
Alguna personas, sufren alexitimia, o sea tienen incapacidad de expresar sentimientos, tienen reparos o vergüenza de hacerlo.
Son personas muy correctas en el trato, pero reflejan poca sensibilidad, es difícil recibir amor abiertamente de ellas.
Vivimos en un tiempo en el que predomina la metafísica de la nada. Es la muerte de los ideales en medio de la superación de la abundancia. Todo es leve, ligero y sin calorías, incluído el ser humano, nuestro momento se caracteriza por el hedonismo y la permisividad.
Los valores que siguen predominando hoy día son de tipo material y efímero. Se busca el placer a toda costa, haciendo del bienestar un nuevo dios, aunque nos sintamos interiormente cada vez más vacíos. La permisividad, la diversión, son argumentos de una sociedad consumista.

La publicidad, herramienta fundamental de dicha sociedad ofrece un mundo irreal, lujoso y cómodo, pero bien ficticio. Nos empeñamos en seguir ese ideal de los anuncios, como tener un cuerpo perfecto, por ejemplo.
Buscamos evadir, mediante mecanismos de ocio, y la vida se nos torna cada vez más vacía.
Debemos aceptar la necesidad de un balance entre lo material, lo espiritual y lo afectivo.

Rendidos ante nuestros deseos?

Los deseos forman parte de la biología humana, nos ayudan a sobrevivir, nos empujan a la reproducción, nos animan a progresar, a descubrir cosas.
Podemos expresarlos de muchas formas, como sentimientos, pasiones o motivaciones.
Algunos deseos son más apremiantes, otros más relajados, es una aspiración que busca ser satisfecha.
Esto varía a lo largo de nuestra vida, pues un niño no tiene las mismas aspiraciones que un adulto,incluso el género sexual puede matizarlas.
Hay un aspecto que es interesante: la búsqueda del equilibrio interno, entre los impulsos naturales, representa la parte superior de nuestro desarrollo como especie.
El deseo nace en nuestro cerebro, desde nuestros sentidos, por lo cual incide en nuestra conducta.
Pese a lo que alegan muchas personas dominadas por el hedonismo y el consumismo, el instinto nos da la fuerza dominante de nuestra constitución, y con la voluntad, se hace posible imponer la inteligencia humana sobre el impulso animal.
El deseo sexual es uno de los más intensos y determinantes, se activa de diferentes maneras, una de ellas es a través de la vista, puede ser mediante la contemplación de imágenes eróticas o bien pornográficas.
En éste sentido la pornografía es uno de los grandes problemas actuales, la oferta de escenas sexuales es cotidiana e intensiva y se presenta sin tapujos a niños y adolescentes, alterando la percepción que éstos deban tener de la sexualidad.